
Director: Robert Eggers
Guion: Robert Eggers
Reparto principal: Anya Taylor-Joy, Ralph Ineson, Kate Dickie, Harvey Scrimshaw
Duración: 92 minutos
Temática: Folk horror, puritanismo, culpa, opresión religiosa, identidad femenina
Compositor: Mark Korven
Fotografía: Jarin Blaschke
Productora: Parts and Labor, RT Features, Rooks Nest Entertainment
Distribuidora: A24 (Estados Unidos), Universal Pictures (Internacional)
Estilo visual: Minimalismo barroco, luz natural, tonos ocres y sombras profundas, encuadres inspirados en el arte flamenco y el renacimiento, atmósfera opresiva y ritualística
Inspiración: Profundamente arraigada en relatos folclóricos y documentos históricos de la Nueva Inglaterra del siglo XVII, explora los efectos del puritanismo en el núcleo familiar, el miedo a lo desconocido y la delgada línea entre la fe y la superstición. Influencias del arte clásico, el horror psicológico y la literatura gótica.
El folk horror gótico es un rincón oscuro y fascinante del cine donde los miedos más antiguos de la humanidad resurgen como una fuerza implacable. Aquí, la naturaleza deja de ser un refugio para convertirse en una presencia casi divina, un tribunal que juzga con raíces, ramas y viento. Es el terreno de lo primigenio, de las creencias talladas en piedra y los ecos de un pasado que nunca se desvanece del todo. Dentro de esta atmósfera, La Bruja de Robert Eggers se erige como una pieza fundacional, un himno a los terrores que yacen en la frontera entre la religión, la superstición y la naturaleza misma.

El debut de Eggers no es un simple cuento de horror; es una obra que evoca la textura de un retablo barroco, lleno de simbolismo y cargado de opresión histórica. Ambientada en el Nueva Inglaterra puritano del siglo XVII, la película captura un periodo en el que la espiritualidad y el miedo eran dos caras de la misma moneda. Este es un mundo donde Dios y el diablo no solo se enfrentan, sino que coexisten en la mente atormentada de quienes les temen e invocan. Cada crujido de madera, susurro del viento, cada mirada llena de sospecha es un eco de la paranoia colectiva que se alimenta de los dogmas y los castigos autoimpuestos.

La historia sigue a una familia expulsada de su comunidad y condenada a subsistir en los márgenes de un bosque que parece absorber su humanidad.
En este entorno hostil, Eggers demuestra su habilidad para construir un cine profundamente inmersivo. Su atención al detalle es casi obsesiva: desde los dialectos puritanos hasta la autenticidad del diseño de producción, cada elemento transporta al espectador a una época donde la vida era una constante negociación entre el pecado y la redención.

La fotografía, a cargo de Jarin Blaschke, es un punto de entrada al universo visual de Eggers. Tonos que evocan la fragilidad de la madera desgastada, cada encuadre parece extraído de un libro de historia viviente. La luz tenue y los tonos apagados crean una atmósfera que no solo refleja la desesperación de los personajes, sino que también refuerza el simbolismo de lo divino y lo profano. Es una estética que conecta directamente con el gótico: un mundo donde la belleza y el horror son inseparables.

En el centro de esta narrativa está Thomasin, interpretada magistralmente por Anya Taylor-Joy en un papel que catapultó su carrera. Thomasin es mucho más que una simple víctima o una sospechosa de brujería; es una joven atrapada entre las expectativas de su familia, las rígidas normas religiosas y su propia necesidad de libertad. Su arco narrativo se convierte en una alegoría de la lucha por la identidad en un mundo que sofoca la individualidad. Su transformación —o quizás revelación— es el corazón palpitante de la película, y Eggers nos deja el espacio suficiente para interpretar si su destino es una liberación, una condena o ambas.

El ritmo de la película es deliberado, casi ritualístico. No busca sobresaltos fáciles ni clichés del género. En cambio, La Bruja es una corrosión lenta, una inmersión gradual en un vacío que se llena de silencio, duda y miedo. Cada escena parece un rito en sí misma, diseñada para invocar no solo el horror, sino también una reflexión más profunda sobre los límites de la fe y la fragilidad de la mente humana cuando se enfrenta al aislamiento.

Entre los elementos más icónicos de la película se encuentra Black Phillip, la cabra negra que actúa como un símbolo tanto de lo demoníaco como de la tentación. Pero Black Phillip es más que una figura de terror: es una representación del caos primigenio que late bajo la superficie de la civilización. Al igual que las figuras mitológicas del folklore europeo, la cabra encarna una dualidad: la amenaza del mal y la posibilidad de una libertad aterradora.

Eggers, en su ópera prima, demuestra un entendimiento profundo del folk horror no solo como género, sino como vehículo para explorar temas universales. La película no es solo una crítica al puritanismo y su rígido control sobre el comportamiento humano; es también un comentario sobre cómo las estructuras religiosas y sociales intentan contener lo incontrolable: el deseo, la naturaleza, el caos. En este sentido, La Bruja comparte una conexión espiritual con el cine gótico clásico y las narrativas que buscan desentrañar los límites de la moralidad y el alma humana.

El impacto de La Bruja va más allá de su meticulosa realización. Es la primera pieza de lo que podríamos llamar una trilogía espiritual de Eggers, una exploración continua de la humanidad frente a fuerzas incontrolables. Si La Bruja es una meditación sobre la opresión religiosa y el caos natural, El Faro profundiza en la locura humana, y su próxima versión de Nosferatu promete ser un estudio sobre la inmortalidad y la maldición del tiempo.

En última instancia, La Bruja no ofrece respuestas, solo preguntas. ¿Qué significa la libertad cuando conlleva un costo tan alto? ¿Qué sucede cuando la fe y la duda se enfrentan en un terreno donde ambas son igualmente implacables? Robert Eggers nos invita a caminar por ese filo, y en el proceso, redefine no solo el folk horror gótico, sino también nuestra relación con el miedo, la naturaleza y nosotros mismos.
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