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EL CABALLERO VERDE (2021) HONOR ENTRE RUNAS MÍTICAS

Foto del escritor: antonio mateosantonio mateos

Director: David Lowery

Guion: David Lowery (basado en Sir Gawain and the Green Knight)

Reparto principal: Dev Patel, Alicia Vikander, Joel Edgerton, Sarita Choudhury, Ralph Ineson, Sean Harris

Duración: 130 minutos

Temática: Fantasía medieval, destino, naturaleza cíclica, épica, caballería, misticismo, identidad

Compositor: Daniel Hart

Fotografía: Andrew Droz Palermo

Productora: A24, Bron Studios, Ley Line Entertainment, Sailor Bear

Distribuidora: A24 (Estados Unidos), Vértigo Films (España), Amazon Prime Video (Internacional)

Estilo visual: Uso de colores terrosos y verdes profundos, iluminación naturalista con claroscuros pictóricos, composición simétrica con énfasis en la simetría medieval, atmósfera onírica y etérea, juegos de escala que evocan lo sublime y lo insignificante, simbolismo visual ligado a la naturaleza y el ciclo de la vida y la muerte

Inspiración: Adaptación de la leyenda artúrica de Sir Gawain y el Caballero Verde, con influencias del folclore celta y británico. Explora la dicotomía entre el deber y el miedo, la confrontación con la mortalidad y la fragilidad del honor caballeresco en un mundo gobernado por fuerzas más antiguas que el hombre. Fusiona el realismo medieval con un imaginario alegórico y espiritual que desafía la percepción del tiempo y el destino.


El eco del bosque

Desde la neblina de los mitos artúricos, donde las palabras se entrelazan con la bruma y el destino se dibuja en las sombras de los bosques, se alza como un tapiz medieval tejido con hilos de duda y deseo. David Lowery no busca la épica de los cantares de gesta ni el heroísmo indiscutible de los caballeros de la Mesa Redonda, sino el abismo que se abre entre el deber y la incertidumbre, entre la gloria y la descomposición.

El relato de Sir Gawain y el Caballero Verde, surgido de la tradición artúrica del siglo XIV, se halla en la encrucijada entre el cristianismo caballeresco y los vestigios de un mundo pagano que aún susurra desde la espesura.

En la película, como en la leyenda original, Gawain es desafiado en la corte de Camelot por una figura imponente: un caballero de piel de musgo y voz que resuena como el viento en las copas de los árboles. Su reto es tan simple como terrible: cualquier caballero puede golpearlo con su arma, pero a cambio deberá recibir el mismo golpe un año después. Ansioso por demostrar su valía ante el rey y los suyos, se alza con la espada y decapita al caballero. Pero la cabeza cercenada sonríe, cae al suelo y vuelve a sus manos,

recordándole la promesa de su retorno.

Este juego de palabras y acero es más que un duelo: es una trampa moral, una prueba de lo que significa ser un caballero. En una sociedad medieval que entrelazaba la fe, la lealtad y el sacrificio con el temor a lo sobrenatural, la historia del Caballero Verde se convertía en una fábula sobre el honor y la fragilidad humana. ¿Es el código caballeresco una armadura contra el destino o solo una jaula que atrapa a quienes lo siguen?


El viaje como juicio del alma

Lowery transforma el camino de Gawain en un tránsito entre lo real y lo simbólico. Su periplo es el de un hombre que no sabe si es digno del título que anhela. Su encuentro con ladrones, fantasmas, nobles y extrañas visiones no es solo una odisea física, sino una lenta erosión de su propio ser. Como los cuentos medievales que escondían advertencias bajo la apariencia de aventuras, cada episodio le enfrenta a una faceta de su humanidad: la codicia, la lujuria, la cobardía, la duda.

El folclore británico impregna esta travesía con su aura espectral. Recuerda a los espíritus de la naturaleza que habitan en los bosques y ríos, seres que no obedecen las reglas de los hombres, sino que se rigen por su propia lógica ancestral. Su presencia evoca al Hombre Verde de las leyendas celtas, figura de regeneración y muerte cíclica, símbolo de un mundo donde los juramentos deben cumplirse y la naturaleza siempre reclama lo que le pertenece.



El lenguaje del silencio y la imagen

The Green Knight no se apresura en su narración. Sus silencios pesan como rocas antiguas y sus imágenes están cargadas de un misticismo que parece anclar cada plano en un tiempo olvidado. Lowery filma la historia como si estuviera pintando un códice iluminado, con colores saturados que evocan la melancolía de un mundo que se disuelve entre la vigilia y el sueño.

La niebla se enreda en los árboles como un presagio, las sombras devoran los rostros con la misma intensidad con la que las dudas devoran el espíritu.

Las pocas palabras que se pronuncian caen como sentencias. “¿Es esto todo lo que hay?”, pregunta Gawain cuando se encuentra con su futuro. La respuesta no llega en forma de explicación, sino de revelación. Cada línea de diálogo parece tallada en piedra, destinada a resonar más allá del momento en que se pronuncia.


El destino de la prueba

El final es un enigma en sí mismo, un espejo en el que se reflejan todas las preguntas que han acompañado a Gawain en su viaje. Cuando llega a la capilla del Caballero Verde, se enfrenta a la elección última: aceptar su destino o huir de él. En un montaje vertiginoso, la película nos muestra lo que podría ser: la vida que podría tener si elige escapar, una existencia llena de poder y gloria, pero vacía de honor.

Pero el código caballeresco no se trata de ganar o perder, sino de sostener la propia palabra, de ser algo más que carne y miedo. En un mundo donde los juramentos atan tanto como las cadenas, Gawain comprende que no puede huir de sí mismo. Se quita el ceñidor que creía que le protegería y acepta el golpe. ¿Lo recibe? ¿Muere? Lowery no nos da la certeza, solo el eco de la risa del Caballero Verde y unas últimas palabras cargadas de ambigüedad: “Bien hecho, mi señor.”



Un cuento para tiempos inciertos

En la época medieval, la historia del Caballero Verde hablaba de los límites del honor y de la delgada línea entre valentía y arrogancia. Hoy, The Green Knight nos enfrenta a nuestras propias contradicciones: la obsesión por la imagen, el miedo a no estar a la altura, la búsqueda de significado en un mundo que parece no ofrecer respuestas.


Lowery nos entrega una elegía, un poema de niebla y musgo que reinterpreta los mitos sin despojarlos de su misterio. En su mundo, como en los antiguos cuentos caballerescos, lo que importa no es el destino final, sino la transformación que ocurre en el camino. Porque al final, la verdadera prueba no es la que impone un caballero hecho de madera y raíces, sino la que nos enfrentamos al mirarnos al espejo y preguntarnos: ¿Quién soy? ¿Soy digno? ¿Estoy listo para recibir el golpe?



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