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THE GIFT (2015). GRITO DEL CAMINO INTERNO

Foto del escritor: antonio mateosantonio mateos


  • Director: Joel Edgerton

  • Guion: Joel Edgerton

  • Reparto principal: Jason Bateman, Rebecca Hall, Joel Edgerton

  • Duración: 108 minutos

  • Temática: Thriller psicológico, traumas del pasado, manipulación

  • Compositor: Danny Bensi, Saunder Jurriaans

  • Fotografía: Eduard Grau

  • Productora: Blue-Tongue Films, Blumhouse Productions

  • Distribuidora: STX Entertainment

  • Estilo visual: Tonalidades frías, juegos de luz y sombra, ambientes opresivos

  • Inspiración: El thriller psicológico clásico, con influencias literarias sobre la culpa y el arrepentimiento


The Gift emerge como una de esas piezas que, a primera vista, puede parecer un thriller psicológico convencional, pero bajo su superficie revela capas de ansiedad y trauma que tocan fibras profundas del ser humano. La historia, que inicia con la mudanza de un matrimonio a un nuevo hogar, pronto se torna en un juego de revelaciones y secretos que se despliegan lentamente, cada uno añadiendo una nueva dimensión de tensión y desconcierto. Lo que comienza como un encuentro casual con un viejo conocido se convierte en una intrincada red de manipulaciones y cuentas pendientes, donde los límites entre víctima y perpetrador se desdibujan.


El enfoque en las relaciones humanas es tan afilado como un bisturí, diseccionando con precisión las dinámicas de poder, las microagresiones y la carga emocional que cada personaje lleva consigo. Los diálogos, lejos de ser meras herramientas expositivas, actúan como detonantes de las emociones reprimidas y los resentimientos enterrados. Cada palabra, cada gesto, parece cargado de una intención oculta que incrementa la sensación de incomodidad, incluso en las escenas más cotidianas. La historia se alimenta de la paranoia que surge cuando los cimientos de la confianza se ven erosionados, obligando al espectador a cuestionar no solo las acciones de los personajes, sino también la percepción de la realidad misma.


A lo largo del metraje, la atmósfera va tornándose más opresiva, con un uso casi simbólico de la luz y la sombra. Las tonalidades frías que dominan la fotografía sugieren una distancia emocional, una barrera invisible que separa a los personajes, aunque estén físicamente cerca. Las sombras parecen extenderse más allá de los límites de la pantalla, insinuando que el verdadero terror no se encuentra en lo que es evidente, sino en aquello que permanece oculto, esperando a ser descubierto. Esta dualidad de lo visible y lo oculto no solo define el espacio visual, sino también el emocional, donde cada mirada cargada de ambigüedad y cada silencio prolongado alimentan la duda.


La película se adentra en la cuestión de los errores del pasado y su capacidad para infectar el presente. Más que una simple historia de venganza o redención, explora cómo las heridas no sanadas pueden convertirse en una cárcel de resentimientos. No es solo un examen de las consecuencias de nuestras acciones, sino de cómo elegimos percibirnos a nosotros mismos frente a esas acciones. El pasado se convierte en un espectro que se niega a ser exorcizado, atormentando a los protagonistas de maneras sutiles y devastadoras. En este sentido, la narrativa tiene un eco literario, como si se tratara de un cuento moral en el que el castigo no es infligido por fuerzas externas, sino por las propias sombras que habitan en el interior de los personajes.


La música contribuye a reforzar esta sensación de inquietud. En lugar de buscar una respuesta emocional inmediata, las composiciones actúan como un murmullo persistente, un zumbido en el fondo que incrementa la tensión sin estallar nunca en un clímax predecible. Esta decisión mantiene al espectador en un estado de expectativa prolongada, subrayando la sensación de que lo que está en juego es algo más profundo que la mera resolución de un conflicto: es la propia naturaleza del arrepentimiento y el perdón.

La estructura narrativa, aparentemente lineal, esconde pliegues de ambigüedad que invitan a una lectura múltiple. No hay respuestas fáciles ni resoluciones limpias, porque los dilemas que plantea no son cuestiones que puedan zanjarse con un simple gesto o un diálogo contundente. Al final, la película se revela como un reflejo oscuro de la condición humana, mostrando la delgada línea que separa la bondad del rencor, y la fragilidad de las relaciones cuando se exponen a la luz de la verdad.



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