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MOTHER! (2017). IRREPETIBLE

Foto del escritor: antonio mateosantonio mateos

Actualizado: 26 nov 2024



  • Director: Darren Aronofsky 

  • Guionista: Darren Aronofsky 

  • Actores: Jennifer Lawrence, Javier Bardem, Ed Harris, Michelle Pfeiffer 

  • Duración: 121 minutos 

  • Temática: Thriller psicológico, horror 

  • Inspiración: Influencias bíblicas y mitológicas 

  • Productora: Protozoa Pictures 

  • Distribuidora: Paramount Pictures 

  • Fotografía: Matthew Libatique 

  • Música: Jóhann Jóhannsson (aunque se optó por una película casi sin banda sonora) 

  • Edición: Andrew Weisblum 

  • Escenografía: Aislinn Hunter (influencias renacentistas) 

  • Efectos especiales: Aronofsky optó por efectos prácticos 

  • Premios: Nominada a la Copa Volpi en Venecia (Jennifer Lawrence) 


Explicar la vida misma en una película es una tarea intrincada, tal vez el desafío más imponente que puede plantearse un guion. Lograr una secuencia de imágenes que conviertan el cerebro en papilla, obligándolo a una inevitable reconstrucción de perspectivas, es algo al alcance de muy pocos. Mother!, de Darren Aronofsky, alcanza este reto. Nos lanza en un viaje en el que dolor y felicidad se mezclan con una brutalidad visceral, que en 120 minutos golpea, desarma y reconfigura. Aquí no hay espacio para la crítica convencional, ni para simples elogios o reproches: es una experiencia sensorial y emocional que exige ser descrita en términos de lo sentido. Eludir lo negativo, evitando el juicio fácil, es quizás un ejercicio hipócrita, pero necesario para captar la esencia de lo que se busca construir.


La obra rompe con cualquier estructura cinematográfica típica; no hay verdaderos protagonistas. En cambio, los personajes son alegorías, símbolos que encarnan aspectos de lo humano y lo divino, arquetipos que nos sumergen, sin previo aviso, en una exploración profunda del plano religioso y existencial. Pero, como espectadores, no es una inmersión violenta. Aronofsky nos ofrece momentos de pausa, tiempos en los que podemos contemplar y asimilar las escenas sin ser absorbidos del todo, aunque sin dejar de sentir esa constante intriga que corre en paralelo a los caminos de lo espiritual, lo psicológico y lo casi sobrenatural.


Esta película desafía, en cada minuto, nuestra comprensión colectiva. ¿Podemos todos entenderla de la misma manera? Probablemente no. Somos infinitas mentes, con experiencias y sensibilidades diversas. Alcanzar un consenso interpretativo es una tarea ardua, y quizá imposible, pero es precisamente en esa fragmentación donde reside su riqueza. Bardem, acreditado simplemente como "Él", junto al elenco que lo acompaña, consigue algo notable: destrozan nuestras conexiones mentales y emocionales, no tanto con diálogos o gestos evidentes, sino a través de la sutileza —miradas, silencios y esa presencia inquietante que pesa sobre cada escena. Logran arrastrarnos al suspenso, pero un suspenso que debería redefinirse como un espacio de constante incertidumbre, donde ciencia ficción, existencialismo y terror psicológico se funden en una nueva categoría, aún sin nombre.



Jennifer Lawrence, por su parte, merece más que una mención elogiosa: su actuación convierte a su personaje en un vehículo tangible para nuestra propia experiencia. Ella nos lleva de la mano por esta pesadilla, transformando lo complejo en una experiencia profunda, en algo visceral. Logra lo inusual: uno olvida su identidad como actriz y permite que su personaje tome asiento en nuestro ser. Al verla en escena, es como si alquilara un espacio en nuestro cuerpo, una habitación efímera que habita durante todo el transcurso de la trama. Su interpretación es tan convincente que ni siquiera Aronofsky podría haber expresado de manera más directa su propia visión; en cierto modo, ella es una manifestación viva de la intención que él proyecta.



¿Es Mother! una película dura? ¿Una obra que desafía al espectador en términos de crudeza y provocación? Absolutamente, y en eso no es única: el cine y la televisión están llenos de provocaciones visuales y narrativas. Sin embargo, lo que la película presenta no es la violencia gratuita ni el shock vacío. Aquí, las escenas de dureza sirven a un propósito simbólico, una alegoría de lo más profundo del ser humano, tocando temas universales que resuenan desde la antigüedad hasta el futuro incierto de la humanidad. El impacto de ciertas escenas, como la del recién nacido o la representación del ciclo de la vida y la muerte, supera cualquier polémica pasajera. Más que una simple provocación, es un uso de imágenes como parte de un tejido narrativo mayor, un complejo simbolismo que evoca las raíces de la religión, el mito y el ciclo eterno de creación y destrucción.



En su esencia es una fantasía, y así debería ser apreciada. No obstante, su singularidad la eleva por encima de categorías o etiquetas sencillas. Es una obra que invita a una reflexión profunda, una que va más allá de lo visual y lo narrativo, tocando fibras de nuestra propia humanidad. Cuando el espectador finalmente abandona la sala, lo hace con una mezcla de desconcierto, fascinación y, quizás, una nueva percepción de lo conocido y lo desconocido. Nos deja ante el espejo de nuestras propias preguntas, frente al misterio del todo y de la nada, recordándonos que la interpretación final siempre será, en última instancia, tan única y enigmática como nosotros mismos.





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